fractal

24/9/09

Beso (definitivo)

Nos besamos,
mas ese beso
no era para mí

Suspendimos el beso,
nos miramos,

me dí vuelta,
alejándome,
escuche insultos:
imbécil, maricón,
impotente,

pero tampoco
eran para mí
... al igual
que el beso

© Artus Jorguín


22/9/09

Idea inconclusa: beso

.......
Nos besamos,
mas ese beso
no era para mí.
Suspendimos el beso,
nos miramos
........
me dí vuelta,
me alejé.
Escuche detrás de mí
insultos:
imbécil,
maricón,
impotente.
Pero no eran para mí,
al igual
que el beso.

Nota: le falta un inicio y un mejor núcleo, espero darle una mejor forma. Hace un par de meses que está dando vueltas y la idea no termina de cerrar...

8/9/09

Cielo e Infierno

“La mente hace su propio lugar, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo.”

(John Milton)


Al leer la frase no puedo dejar de pensar que todo está en que Uno controle sus pensamientos; pero en la realidad sabemos que no es así.
Quizás no debería sacar la frase de su contexto; pero la obra de John Milton me es desconocida y sólo sé de él por William Blake, a quién si conozco. Dijo sobre Milton: "si escribió con trabas sobre Dios y los ángeles y con libertad absoluta sobre Satán, es porque fue un verdadero poeta y, aunque no se diese cuenta, partidario del diablo".
Algún día deberé escribir sobre W. Blake, como lo conocí, y como me molestó que estuviera de moda luego de la novela Dragón Rojo (Thomas Harris).
Volviendo a la frase, luego de leerla he sentido que daba vueltas y vueltas en la cabeza, quedándose atrapada en alguna circunvalación del cerebro. Retumbando y machacando sobre mi psiquis.
Uno puede controlar sus pensamientos, pero no todo el tiempo, siempre habrá un momento de debilidad - flaqueza, debacle -
y luego deberá pagar las consecuencias.
¿Soy yo ... o la frase "golpea", y muy fuerte?



1/9/09

Virtudes: coraje

Aristóteles en Etica nicomaquea, nos dice: "Nos volvemos valientes al realizar actos de valentía".
Las disposiciones del carácter se fijan gradualmente por medio de la práctica. Es por eso, "al habituarnos a afrontar cosas terribles y al resistir contra ella nos volvemos valientes, y cuando más valientes somos, más capacidad de resistencia posemos".
No obstante, la resistencia contra las cosas amenazadoras no se debe confundir con la temeridad. El miedo ante el peligro es una emoción totalmente justificable. En un pasaje de Moby Dick, Starbuck, interpela a la tripulación:
-"No quiero en mi barco ningún hombre sin miedo a la ballena - . Para él, el hombre extremadamente temerario era un compañero peligroso."
Con lo cual se está insinuando que el coraje más confiable y útil es el que surge de una justa estimación del peligro, y también - siendo reiterativo - que un temerario es un camarada mucho más peligroso que un cobarde.
La persona valiente no es aquella que nunca tiene miedo. Esto se aplica más bien a la persona precipitada o inconsciente.
Según Aristóteles, el coraje es un disposición a sentir grados pertinentes de temor y confianza en situaciones desafiantes - lo "pertinente" varía muchísimo con las circunstancias -. También es una disposición a defender nuestro terreno, a avanzar o retroceder según los dictados de la prudencia. Para cimentar dicha disposición, es preciso adquirirla, y eso significa práctica; lo cual nos lleva a enfrentar temores y actuar de cierta manera antes de contar con la disposición para ello: actuar con valentía cuando no nos sentimos valientes.

Notas al margen:
- La marca del coraje moral radica en ver lo que es correcto y hacerlo con firme resolución, a pesar de la opinión de la mayoría.
- Existe un coraje falso, que puede nacer de la vanidad. Hay ciertos peligros que conviene temer y no debemos afrontarlos sin tener clara conciencia de ellos.
- El auténtico coraje se combina con la circunspección, ese saludable escepticismo que pregunta si este modo de hacer las cosas es el mejor. La auténtica cobardía está signada por el escepticismo crónico, que siempre dice que "no es posible" hacer nada.
- La vida exige cierto valor (denuedo, intrepidez) cotidiano. Puede ser menos espectacular que la valentía que requieren los momentos de excepcional peligro, pero ella determina qué clase personas somos (estudiantes, cónyuges, padres, trabajadores, ciudadanos).


  • Horacio en el puente - versión de James Baldwin
Una vez hubo una guerra entre el pueblo romano y los etruscos que vivían en las ciudades de la otra margen del río Tíber. Porsena, rey de los etruscos, reunió un gran ejercito y marcho hacia Roma. La ciudad nunca había corrido tanto peligro.
Los romanos no tenían muchos guerreros en esos tiempos, y sabían que no tenían fuerzas suficientes para enfrentar a los etruscos en campo abierto, así que se refugiaron dentro de sus murallas y apostaron guardias para vigilar las carreteras.
- ¿Qué haremos -dijeron los canosos legisladores de Roma-. Si ganan el puente no podremos impedir que crucen, y entonces no quedará esperanza para la ciudad.
Entre los guardias del puente había un valiente llamado Horacio. estaba en la otra margen del río, y cuando vio que se aproximaban los etruscos, avisó a los romanos que estaban a sus espaldas.

Habló pues el bravo Horacio,
capitán de la puerta: "A todo hombre de esta tierra
tarde o temprano le llega la muerte.
¿Y qué mejor muerte puede haber
que enfrentar una suerte adversa
por las cenizas de sus padres
y el templo de sus dioses?"

- Derribad el puente a toda prisa -exclamó-. Yo, con los dos hombres que me acompañan, mantendré a raya al enemigo.
Entonces, empuñando sus escudos y sus largas lanzas, los tres valientes se plantaron en la carretera y contuvieron a los jinetes que Porsena había enviado a tomar el puente.
En el puente los romanos hachaban las vigas y postes. Las hachas cantaban, las astillas volaban y de pronto el puente tembló y crujió.
- ¡Regresad! ¡Regresad y salvad la vida! - gritaron a Horacio y sus dos acompañantes.
Pero entonces los jinetes de Porsena atacaron de nuevo.
- ¡Corred! - dijo Horacio a sus amigos-. Yo guardaré la carretera.
Dieron media vuelta y corrieron por el puente. Apenas había llegado al otro lado cuando con gran estrépito de vigas y maderos. El puente se ladeó y cayó en el agua con gran chapoteo.
Cuando Horacio oyó el sonido, supo que la ciudad estaba a salvo. Con el rostro hacia los hombres de Porsena, retrocedió despacio hasta llegar a la orilla del río. Un dardo etrusco le arrancó el ojo izquierdo, pero no titubeó. Arrojó la lanza al jinete más próximo y se volvió deprisa. Vio el blanco porche de su hogar entre los árboles de las otra margen del río.

Y le habló al noble río
que lame los muros de Roma:
"¡Oh Tíber! ¡Padre Tíber,
a quien rezan los romanos!
Un romano hoy te encomienda
sus armas y su vida."

Saltó al profundo y caudaloso río. Aún llevaba puesta su pesada coraza, y cuando se hundió, nadie pensó que lo vería de nuevo. Pero era un hombre fuerte y el mejor nadador de Roma. Pronto emergió en medio del río, a salvo de las lanzas y las flechas que le arrojaban los soldados de Porsena.
Llegó a la otra orilla, donde sus amigos aguardaban para ayudarle. gritos de admiración lo saludaron cuando trepó a la orilla. y los hombres de Porsena también gritaron, pues nunca habían visto un hombre tan valiente y fuerte como Horacio. Les había impedido entrar en Roma, pero había realizado una hazaña que merecía sus alabanzas.
En cuanto a los romanos, agradecieron a Horacio que hubiera salvado la ciudad. lo llamaron Horacio Cocles, que significaba "Horacio, el Tuerto", porque había perdido un ojo al defender el puente y erigieron una hermosa estatua de bronce en su honor, y le dieron tantas tierras como pudiera arar en un día. Y durante siglos...

Con sollozos y con risas
aún se contaba la historia:
Horacio defendió el puente
en los fieros días de antaño.


Nota : tengo por esta historia una especial debilidad y predilección. Al igual que con la historia-leyenda, de los Horacios y Curiaceos. Sepan disculparme.


  • Discurso de Enrique en Agincourt - William Shakespeare (escena tomada de Enrique V)
Westmoreland : ¡Ah si tuviéramos ahora aquí sólo una diezmilésima de los hombres de Inglaterra que hoy no hacen nada!
Enrique: ¿Quién es el que eso desea? Mi primo Westmoreland. No mi buen primo: si estamos señalados para morir, somos bastantes para ser una pérdida de nuestro país: si para vivir, cuanto menos hombres, mayor porción de honor. Por Dios, te ruego que no desee un hombre más. Por Júpiter, no soy codicioso de oro, ni me importa a quién alimento a mi costa: no me importa que otros lleven mi ropas: tales cosas cosas exteriores no entran en mis deseos. Pero si es pecado codiciar honor, soy el alma más pecadora de este mundo. A fe, no, primo, no desees ningún hombre más de Inglaterra. Por la paz de Dios, no querría perder tan gran honor como me parece que me quitaría un solo hombre más, ni a cambio de la mejor esperanza que tengo. Ah, no desees uno más: más bien proclama, Westmoreland, por todas mis huestes, que a quien no tenga ánimos para esta lucha, se le deje marchar, se le haga el salvoconducto, y se le pongan en la bolsa coronas para el viaje: no queremos morir en compañía de quién tema que su compañía le hará morir con nosotros. Hoy es San Crispín: el que sobreviva a este día y vuelva a casa sano y salvo, se elevará de puntillas cuando se nombre este día, engrandeciéndose ante el nombre de San Crispín. El que salga vivo hoy y llegue a la vejez, todos los años, en la víspera de ese día, invitará a sus vecinos, y dirá: "Mañana es San Crispín"; y luego se remangará y enseñará sus cicatrices. Los viejos olvidan: todo quedará olvidado, pero él recordará, mejorándolas, las hazañas que hizo ese día. Y entonces nuestros nombres serán familiares en su boca como palabras caseras: el rey Enrique, Bedford, Exeter, Warwick, Talbot, Salisbury y Gloucester, todos seremos recordados de nuevo entre sus vasos rebosantes. este relato contarán los hombres buenos a su hijo: y jamás pasará el día de San Crispín y San Crispiniano, desde hoy hasta el fin del mundo, sin que seamos recordados en él nosotros pocos, felices pocos, nosotros, grupo de hermanos; pues el que hoy vierta conmigo su sangre será mi hermano: por villano que sea, este día le hará de noble rango, y muchos caballeros de Inglaterra, que ahora están en la cama, se considerarán malditos por no haber estado aquí, y les parecerá mísera su valentía, cuando hable alguno que combatiera con nosotros el día de
San Crispín.


  • Nuestros héroes - Phoebe Cary
Tiendo la mano al joven valeroso
que hace lo que sabe que es correcto;
cuando la tentación se cruce en su camino,
le aguarda una durísima batalla.
Quien disienta con sus camaradas
encontrará un enemigo poderoso.
Honores para él so obtiene el triunfo,
un hurra por quien sabe decir no.

A diario se libran grandes luchas
que el mundo desconoce por completo;
hay muchos soldaditos valerosos
cuya fuerza pone en fuga una legión.
Y quien sabe luchar contra el pecado
es, en mi opinión, aún más heroico
que quien conduce tropas al combate
y vence en la refriega por las armas.

La tentación enfrenta con denuedo
y haz lo que sabes que es correcto.
No abandones la insignia de la hombría
y en la lid así obtendrás el triunfo.
"Lo correcto" sea tu grito de batalla
al librar la guerra de la vida.
Y Dios, que al héroe reconoce,
te dará su fuerza en la contienda.








Clave: El libro de la virtudes, William J. Bennett, Javier Vergara Editor S.A., 1995.