El Hombre miró a la Mujer y trató de decirle que la quería, pero eran palabras que le costaba decir, pues con el transcurso de los años y las vivencias había incorporado como una coraza, con la cual había logrado no herir, y no ser herido. Al decírselo, la Mujer lo miró haciendo mohines y el Hombre sonrío (luego de tanto tiempo, lo hizo) y pensó que el ser querido por Ella era como recibir un tesoro y ello aquietó su espíritu.
El Hombre y la Mujer se fueron caminando, abrazándose, por la orilla del mar, absortos en sus pensamientos con la concordancia de saber que se tenían el uno al otro, y eso era un buen comienzo.
BONUS
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